La población refugiada de Palestina: la historia compartida de tres generaciones

La población refugiada de Palestina: la historia compartida de tres generaciones

“Me siento bendecida por haberme criado en Palestina” Para las personas refugiadas de Palestina, estén donde estén y hayan crecido donde hayan crecido, las historias sobre su tierra, sus hogares y el pasado de sus familiares más mayores allí, han marcado su forma de entender su identidad. Las generaciones refugiadas de Palestina más jóvenes han…


“Me siento bendecida por haberme criado en Palestina”

Para las personas refugiadas de Palestina, estén donde estén y hayan crecido donde hayan crecido, las historias sobre su tierra, sus hogares y el pasado de sus familiares más mayores allí, han marcado su forma de entender su identidad.

Las generaciones refugiadas de Palestina más jóvenes han escuchado a sus abuelos y a sus padres hablar sobre Palestina y sueñan con volver. A casi seis millones de personas, no les une solo el estatus de refugiadas, sino que el sentirse palestino y el anhelo por volver a su tierra es su principal seña de identidad.

Rania Qawasma siempre ha escuchado la historia de cómo sus abuelos fueron expulsados a la fuerza de sus hogares en Ramleh y Jerusalén. Tras la huida forzosa la familia se tuvo que enfrentar a varios desplazamientos.

Ella, que actualmente es diseñadora de viviendas y reside en Estados Unidos, creció en la Cisjordania ocupada y asistió a las escuelas de UNRWA en Al-Khalil. Más adelante se mudó y parte de su infancia estuvo marcada por el dolor de su madre por no poder visitar a su familia y Palestina tanto como quería, pero siempre se esforzó en que sus hijos la pudieran disfrutar.

“De pequeños, rara vez teníamos dinero para visitar a nuestra familia en Palestina. Sé que afectó mucho a mi madre estar lejos de sus padres y su familia. A pesar de las dificultades, siempre se aseguraba de que cada verano preparáramos las maletas, voláramos a Amán y cruzáramos la frontera a Palestina a pie”, recuerda.

El recuerdo y el dolor de la expulsión se ha quedado también en Rania, aunque no la viviera. Pero a pesar de ese trauma compartido y heredado, se siente agradecida por ser palestina. “Me siento bendecida por haberme criado en Palestina. Mi crianza fue moldeada por mis padres, abuelos y su sabiduría y amor palestinos”, asegura. Hoy, cuando piensa en su tierra, piensa también en la historia de su familia.

Como madre palestina ha criado a sus hijos en la diáspora, les ha transmitido el orgullo de sus orígenes y los ha llevado a conocer su tierra y la de sus familiares para que puedan experimentarla y vivirla. “Tengo muchos recuerdos hermosos de mis hijos. Uno de mis favoritos es el de mi hija, Zaina, y mi hijo, Qais, recogiendo fruta de la tierra de mi familia con mi padre”, cuenta.

“En uno de nuestros viajes a Palestina, justo después de llegar a casa de mi familia e intercambiar los tan esperados abrazos y besos, los niños salieron corriendo a explorar el viñedo y el huerto de mis padres […] Los seguí y tomé fotos para conmemorar ese precioso día”.

El vínculo de las personas refugiadas de Palestina con su tierra sigue vivo a pesar de haber pasado 77 años desde que tuvieron que huir y es así gracias a los abuelos y abuelas, madres y padres, tíos, primos o vecinos.



La noticia «La población refugiada de Palestina: la historia compartida de tres generaciones» es una información de UNRWA España

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