¡Tierra o muerte, venceremos! – Poder Popular
Pepe Mejía | El 25 de junio se cumple dos años del fallecimiento de Hugo Blanco, referente del movimiento campesino e indígena de Perú y Abya Yala. A lo largo de sus 88 años de vida, Hugucha -como le llamamos los y las más cercanas- participó en diversas acciones en favor del campesinado. Desde huelgas…
Pepe Mejía | El 25 de junio se cumple dos años del fallecimiento de Hugo Blanco, referente del movimiento campesino e indígena de Perú y Abya Yala.
A lo largo de sus 88 años de vida, Hugucha -como le llamamos los y las más cercanas- participó en diversas acciones en favor del campesinado. Desde huelgas de hambre hasta cortes de carreteras, manifestaciones y encierros. Cuando ejerció de diputado tachó de genocida al general Clemente Noel, acusado de la desaparición de 53 personas en 1983. El Congreso lo suspendió por cuatro meses y Hugucha se puso a vender café por las calles de Lima. Sufrió las consecuencias de defender y apoyar a los y las más débiles. Cárcel, torturas y destierros. Pero también recibió la solidaridad de su gente, de su pueblo y la comunidad internacional.
En 1962, Hugo Blanco fue apresado por liderar un levantamiento de campesinos. El gobierno de entonces al mando del general Ricardo Pérez Godoy lo condenó a pena de muerte y su movimiento en Chaupimayo y Mesacancha fue reprimido salvajemente a sangre y fuego. Desde Francia surgió la campaña internacional con apoyo de la sección sueca de Amnistía Internacional y con pronunciamientos de Sartre y Simone de Beauvoir bajo el lema “¡Hugo Blanco ne doit pas mourir!”: ¡Hugo Blanco no debe morir!
Uno de los más reconocidos especialistas en movimientos sociales de América Latina, Franck Gaudichaud, califica a “Hugo Blanco, un actor mayor de la política revolucionaria latinoamericana del siglo XX”.
Un legado político y vital
Pero Hugucha no solamente fue un activista sino que nos dejó un legado político y vital.
Las reflexiones que nos transmitió en vida van desde el concepto del buen vivir al ecosocialismo.
En la trayectoria de Hugo hay un hecho transcendental. El hacendado Bartolomé Paz ordenó grabar con un hierro candente sus iniciales en el trasero de un campesino indígena. Ese hecho marcó el sentido de su vida.
En el gamonalismo -un sistema semifeudal heredado de la colonia- cada hacendado permitía que el campesino cultivara un pedazo de tierra; como pago éste debía trabajar en la hacienda y realizar toda clase de labores para el patrón: sembrar sus tierras, trabajar como sirviente doméstico (pongo) en la casa del señor, vender sus productos al hacendado a los precios que el mismo decidía, entre una extensa lista de abusos.
Desde el sindicato en Chaupimayo, en 1960, Hugo Blanco impulsó la huelga como instrumento que convirtió en un cuestionamiento directo a la estructura feudal de la tierra. Con la consigna “tierra o muerte”, los y las campesinas de las haciendas lograron rebasar a la dirigencia de la Federación de Trabajadores del Cusco. La tierra para quien la trabaja.
Las entradas y salidas de la cárcel fueron habituales. En una oportunidad el ministro del interior de turno le remitió un ataúd.
En el discurso de Hugo Blanco hay principios del zapatismo, del movimiento indígena y de las luchas por el medioambiente. La agresión del neoliberalismo a la naturaleza es mucho más grave. Y la principal víctima de esa agresión son los pueblos indígenas. Por eso es que se jugó la vida en las luchas ambientales, por los avances del movimiento indígena y el fortalecimiento de los principios que no solamente defienden a la madre tierra sino también una forma de organización democrática. Hugo decía: “donde hay pueblos indígenas hay comunidades y en ellas se están construyendo también las bases de una nueva sociedad”.
El rol de los gobiernos
Para Hugo Blanco la mayoría de los gobiernos favorecen la acción depredadora de las grandes empresas. A través de los ejércitos y policías reprime, castiga, asesina, a los defensores de la naturaleza.
En la represión colaboran las mayorías parlamentarias, los poderes judiciales y las fiscalías. Los grandes medios de comunicación están en manos de las transnacionales o de sus sirvientes, mienten y cantan loas a los depredadores, e insultan, calumnian y reclaman represión contra los defensores de la naturaleza.
¿Qué es el actual sistema denominado “democrático” existente hoy en el mundo? Teóricamente el pueblo elige a sus gobernantes, pero la verdad no es así. Para ser candidato se debe cumplir requisitos que cuestan mucho dinero. También en la campaña electoral hay que invertir mucho dinero. Los grandes medios de comunicación están en manos de los poderosos. Los candidatos prometen cualquier cosa, cuando son elegidos hacen lo contrario y no sucede nada.
El sistema permite que los representantes de los intereses del pueblo lleguen a los parlamentos, pero en minoría, de modo que sus proposiciones no son aprobadas por la mayoría que está al servicio del capital transnacional.
El sistema no permite ni permitirá que la mayoría parlamentaria esté en manos de la mayoría oprimida.
En el documento “Construyamos un mundo nuevo” Hugo Blanco señala que “Los gobiernos denominados “progresistas”, que precisamente han llegado al gobierno por la presión extra institucional del pueblo empobrecido, tienen actitudes de rebeldía contra los intereses del gran capital, pero no rompen con el sistema antidemocrático y capitulan ante las transnacionales, las que por otra parte usan el boicot para recuperar el poder total”.
Las poblaciones indígenas
La cosmovisión indígena entiende que la naturaleza es nuestra madre y que debemos vivir en su seno en armonía con todos sus componentes, que son seres vivientes, incluyendo los ríos y las montañas.
Somos rezagos de la cultura original de la humanidad, colectivista, solidaria, respetuosa de la naturaleza. La cultura neoliberal –subraya Hugo Blanco- preconiza el individualismo y el egoísmo en grado sumo, la jerarquía social, en la que unos mandan y otros obedecen. Quienes mandan tienen en sus manos el dinero y la fuerza. La razón de su vida es la obtención de más dinero. Para cumplir con este “sagrado mandamiento” deben aplastar a la humanidad y a la naturaleza.
Colectivismo
La organización comunal indígena es verdaderamente democrática, manda la colectividad, no el individuo, la máxima autoridad es la asamblea. Hay parcelas individuales y cultivos colectivos para beneficio colectivo. En las parcelas individuales también se trabaja colectivamente en forma rotatoria.
Solidaridad
La ética capitalista educa en el egoísmo extremo, en la competencia, no en la solidaridad. Es importante quien tiene más dinero.

La ética indígena es completamente opuesta, tú eres mi otro yo, me siento mal si el otro está mal, estoy alegre si el otro también lo está. Los indígenas zapatistas dicen: “No existe el yo sino el nosotros”.
En una de las múltiples conversaciones que mantuve con Hugo me contó que una vez, un antropólogo europeo, puso bastante fruta al pie de un árbol y les dijo a varios niños que corrieran hacia el árbol y que el primero que llegara se quedaba con toda la fruta.
Los niños se tomaron de la mano, corrieron todos juntos y disfrutaron colectivamente de la fruta. Cuando el antropólogo les preguntó por qué habían hecho eso, si el más veloz se podía haber quedado con toda la fruta, los niños respondieron que si uno de ellos se quedaba sin fruta todos hubieran sufrido.
Entre esos niños indígenas no existe ni asomo el bullying de la sociedad “civilizada”.
Cuando un indígena amazónico caza un animal grande, no lo sala para conservarlo, convoca a sus vecinos para que todos coman. Su vivienda es una choza colectiva.
En las comunidades indígenas existe el trabajo colectivo para beneficio colectivo. En quechua de Cusco Mink’a, en Colombia Minga. Inclusive cuando ya existen las parcelas individuales, estas se trabajan colectivamente en forma solidaria (Ayni en quechua cusqueña).
La felicidad no la da el dinero
El ecosocialismo es un mundo donde el tiempo sea para vivir no para producir y consumir. Un mundo que no será como yo quiera sino como la humanidad que lo construya lo decida.
El capitalismo fomenta una sociedad que debe producir y producir, para luego consumir y consumir.
En una oportunidad, estando con Hugucha en el hostal Santa Catalina en Lima, me comentó esta historia.
Un hacendado le pidió a un indígena amazónico que talara una parte del bosque para convertirla en terreno cultivable, como recompensa le daría un machete. El indígena aceptó y realizó el trabajo tan bien y tan rápido que el hacendado quedó gratamente impresionado, le pagó con el machete y le ofreció un negocio redondo: que talara una extensión que era la cuarta parte de la anterior y le daría otro machete.
El indígena le miró extrañado y le dijo: “Si sólo tengo una mano derecha, ¿para qué necesito otro machete?” y se fue, no quería “progresar”, sólo quería vivir.

A los indígenas quechuas de la sierra peruana nos les interesa cultivar el producto que más dinero les produzca. Su orgullo agricultor consiste en cultivar la mayor cantidad posible de especies, y de ellas, la mayor cantidad posible de variedades.
El taita Hugucha utilizaba mucho las metáforas, anécdotas, historias y leyendas. En una ocasión, mientras tomaba su desayuno de agua con harina de coca, cañihua y kiwicha en un cuarto que le había puesto a su disposición la Confederación Campesina del Perú (CCP) en Cusco, me contó:
“Si yo a una mujer o a un niño que está vendiendo en el suelo un producto escaso, le pregunto cuánto cuesta cada porción, me lo dice. Y le digo que le compraré todo sin pedirle que me baje el precio. Y ella o el niño me dice: “No”, le pregunto por qué, me responde “Si te vendo todo a ti ¿qué venderé al resto?” Vender, para esa persona, no es sólo una forma de obtener dinero, es también una relación social”.
Cómo liberarnos
La fuerza de los enriquecidos/as es su dinero. La fuerza de los y las de abajo es que somos más.
Hugo era un convencido de la autoorganización. “Para hacer efectiva nuestra lucha debemos organizarnos en forma local contra un ataque concreto. Así lo estamos haciendo en la lucha contra las minas, contra las extracciones de petróleo…”
El próximo paso es entrelazar las luchas a escala regional y estatal. También tenemos que tener en cuenta que las y los oprimidos de todo el mundo tenemos el mismo interés de luchar por la naturaleza y por nuestra vida. Por tanto, debemos de enlazarnos internacionalmente.
Por ejemplo. ¿Por qué oponerse a una hidroeléctrica? Parece un sin sentido porque las hidroeléctricas producen energía para miles de personas. Pero los impactos medioambientales y poblacionales de una hidroeléctrica son graves: desplazamiento de personas, muerte de animales, cambios en los sistemas hídricos río abajo y río arriba, alteración del ecosistema. La pregunta es: ¿vale la pena?
En la cuenca del Marañón una megahidroeléctrica es superflua porque la densidad poblacional es baja. Según el gobierno, la máxima demanda eléctrica en todo el país para 2025 será de 12.000 megavatios. El periodista David Hill señala que sólo las 20 presas sobre el Marañón producirán más de 12.400 megavatios, sin incluir la capacidad eléctrica de las represas ya operativas. Entonces, ¿para qué tanta electricidad? Esa energía no se dirige a facilitar luz y corriente eléctrica a la población sino a las grandes empresas mineras. Yanacocha la primera de ellas.
La solución no está en el cambio de actitud de las personas, tampoco está en que todo el mundo apaguemos las luces un día determinado, ni que dejemos de tirar bolsas de plástico en el campo. Todo eso está muy bien, pero mientras nosotras lo hacemos, las grandes empresas en forma gigantesca y brutal siguen atacando al planeta. El problema no será resuelto mientras las empresas tengan libertad para deteriorar el medio ambiente. Y no se resolverá mientras no desaparezca el sistema capitalista.
La suerte de la humanidad no puede estar en manos de un puñado de compañías multinacionales sino de la humanidad en su conjunto.

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