Tres breves reflexiones en torno a la agresión a Irán | NR
La reivindicación de la salida de nuestro país de la OTAN y de la propia disolución de este organismo, cobra hoy mayor importancia que nunca. Por Javier García | 25/06/2025 La criminal agresión contra Irán pone sobre la mesa tres reflexiones fundamentales. La primera es que Israel no sólo es una amenaza para el pueblo…
La reivindicación de la salida de nuestro país de la OTAN y de la propia disolución de este organismo, cobra hoy mayor importancia que nunca.
Por Javier García | 25/06/2025
La criminal agresión contra Irán pone sobre la mesa tres reflexiones fundamentales.
La primera es que Israel no sólo es una amenaza para el pueblo palestino, sino que es una amenaza para el mundo entero. Un pequeño Estado, pero con importantes ramificaciones políticas, mediáticas y económicas en toda la esfera occidental, está arrastrándonos a un conflicto cuyas consecuencias no sólo son imprevisibles, sino potencialmente devastadoras. Y esto nos conduce necesariamente a una consecuencia o conclusión: el proyecto colonial e imperialista que es Israel debe desaparecer.
Se habla de la solución de los dos Estados en la cuestión palestina. Se puede admitir esta solución, pero únicamente en un sentido provisional: en lo que hoy son los territorios palestinos e israelí debería constituirse una sola entidad política y territorial (palestina), con justicia y reparación para el despojado pueblo palestino y con plena igualdad de derechos para todos los habitantes de esa entidad, independientemente de su credo religioso o su origen étnico, incluidos, por supuesto, para los judíos que quieren convivir en pie de igualdad con la población árabe. No hay, por tanto, en esta conclusión, ninguna pretensión antijudía o de expulsión de ningún sector de la población, aunque es evidente que los elementos sionistas serian incapaces de llegar a una solución tal de las cosas.
Israel no es un país; es un proyecto de ocupación, de apartheid y de agresión hacia todos los pueblos de Oriente Medio patrocinado por el imperialismo anglosajón y europeo. No es, por tanto, un proyecto legítimo o conforme a ningún parámetro democrático, de igualdad, de derecho internacional y humanitario. No es la “única democracia de oriente Medio”, sino el Estado más violento y bárbaro de cuantos existen hoy en el mundo. A día de hoy, es lo más parecido al Estado nazi alemán. Sionismo y nazismo son una y la misma cosa. Los conceptos de superioridad racial se pueden reproducir en el seno de cualquier pueblo, por más absurda e irracional que esta visión del mundo nos pueda parecer, y en el seno de sectores importantes de la población judía se ha reproducido de un modo verdaderamente criminal.
Un Estado que solo puede mantenerse a través de la violencia, la expulsión, el despojo, el racismo y el terrorismo, es un Estado que no debe existir o que debería sufrir un profundo proceso de transformación. Por supuesto, esta desaparición o transformación debería producirse de la forma más pacífica que sea posible dadas las condiciones. El caso de Sudáfrica puede servir en muchos sentidos como ejemplo de cómo abordar este proceso, pues la Sudáfrica del apartheid representa un fenómeno muy similar a lo que es hoy el Estado de Israel, si bien este último, desde el punto de vista del militarismo y de la desestabilización regional e internacional, tiene una dimensión infinitamente mayor.
La siguiente reflexión tiene que ver con la OTAN. La reivindicación de la salida de nuestro país de la OTAN y de la propia disolución de este organismo, cobra hoy mayor importancia que nunca. No es un organismo para la defensa. Es un organismo para la agresión, y así lo demuestra toda su historia criminal. En la agresión a Irán, no está participando, al menos oficialmente, la OTAN como tal (si bien se están usando sus bases, con el permiso del gobierno del PSOE-Sumar). Pero esta agresión, por arrastre, afecta al conjunto de los países que toman parte en ella. Además, la OTAN, por más que se diga lo contrario, no es un proyecto en el que sus miembros participan en igualdad de condiciones o con la misma capacidad de decisión. Por el contrario, es un proyecto en el que el bloque anglosajón (EEUU y Reino Unido, fundamentalmente) impone su agenda como y cuando le viene en gana. Es decir, ese bloque implementa sus estrategias imperialistas y de agresión, y el resto de países pagamos las consecuencias económicas, políticas y humanas (recordemos el 11-M en nuestro país o lo que viene padeciendo el pueblo ucraniano desde hace años por una guerra a todas luces provocada por el otanismo) del desvarío militarista y miope de los anglosajones, que tienen un gran poder político y militar, pero que no son un dechado de templanza, de inteligencia y de buen juicio. Más bien parecen practicar, en política internacional, una especie de hooliganismo violento y perfectamente obtuso.
Por otra parte, no se debe contraponer a la OTAN ningún otro organismo militar europeo de características igualmente imperialistas y agresoras (mucho se viene hablando en los últimos años de construir una política de defensa europea). Y esto nos conduce a la tercera reflexión.
Del mismo modo que debemos defender la salida y disolución de la OTAN, debemos oponernos a las políticas de rearme europeas, dentro o fuera de la OTAN. Este rearme no tiene tampoco una finalidad defensiva. Hoy lo podemos decir con más razón que nunca: todo rearme conduce a la III guerra mundial, pues las viajes élites imperialistas, tanto de Europa como del mencionado bloque anglosajón, están dispuestas a todo para seguir dominando el mundo ante la acelerada reconfiguración geopolítica a la que estamos asistiendo, con el surgimiento de nuevas potencias y alianzas que se niegan a que se mantenga el injusto statu quo en el que EEUU y Europa dictaban cómo debían funcionar las relaciones entre los países en todos los ámbitos, basando tales relaciones en criterios de opresión y vasallaje: EEUU y Europa mandaban y el resto de países debían obedecer. Ese mundo está llegando a su fin y es bueno que así sea.
Los sectores progresistas, independientemente de nuestra adscripción ideológica concreta, debemos defender unas relaciones pacíficas y de igualdad entre todos los pueblos, como corresponde a una visión del mundo internacionalista.
Política de coexistencia pacífica entre los pueblos. Ni un euro para el rearme, ni dentro ni fuera de la OTAN. Libre y soberano desarrollo de todos los países en todos los continentes, conforme a su realidad histórica, cultural, política y económica, sin injerencias de ningún tipo. Fin de las relaciones de vasallaje, opresión y agresión imperialistas. Oposición completa a las acciones que nos conducen a una III guerra mundial (si es que no ha comenzado ya). Éstas son, bajo mi punto de vista, algunas de las consignas que debemos defender.
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